martes, 10 de julio de 2012

Un buen pibe

¿Cómo se puede matar a un pibe bueno?
En el libro Nuestro hombre en la Habana de Graham Green, el protagonista debe matar a un hombre. Pero no es capaz, porque comete el error de conocerlo, de saber qué le pasó en la vida que quiere quitarle, de saber cómo es. Su víctima se vuelve humana, tiene aspectos buenos. Y él no puede matar a un hombre bueno.
Quien conoció a Furchi  (Fabián Furman, z´l, asesinado en el atentado de la AMIA el 18 de julio de 1994) lo recordará como un hombre bueno.  Yo, que compartí con él algunos momentos de nuestra adolescencia común, lo recuerdo como un buen pibe.  A cada cual le queda la imagen  de cuando conoció a alguien, y de cuando lo vio por última vez.  En mi caso, yo lo recuerdo a los 16, 17, 18 años, cuando estábamos juntos en el movimiento juvenil Israel Hatzeirá.
Furchi llegó al movimiento juvenil de la mano de sus amigos de la ORT: Juancho, amigo del Fajme (Gustavo Waisman) que habían ido juntos al shule Nevé Shalom, quien trajo a su banda al ken Dimona, donde Gustavo, Marcelo Amar  y yo ya estábamos.
Esto fue por el año 1980. Y así llegaron Juancho, Pepi, Marcelito, y Furchi. ¡De pronto nuestro grupo pasó de tres integrantes a siete! Y se sumaron nuestras primeras compañeras, las  javerot; recuerdo a la Roite, con sus poemas desgarradores que aparecieron en viejas ediciones de Zmaneinu, de Judith y su voz de cantante lírica hermosa, de otros y otras. Ya éramos más de diez.
Y nos cambiamos el nombre: uno de ellos dijo “Como Hargashá, que es eso, nosotros no somos un sentimiento, nosotros tenemos una personalidad”. Y de ahi salió “José Hargash”, nuestra identidad colectiva. Nosotros éramos todos “José” : ”J-O-S-E, somos todos de José”, era nuestro cantito de batalla.
Este nombre tan común, quizás el más común de la lengua castellana, que por eso se convierte en un nombre casi anónimo, nos identificaba. Tato Bores llamaba así a todos sus personajes imaginarios, pero bien reales: José Bicicleta, el que trabajaba en una Financiera, por esa manía de los especuladores que en los años de Martinez de Hoz (el ministro de economía neoliberal de la dictadura) hacían dar vueltas como las ruedas de una bicicleta la plata, los plazos fijos, los dólares. O José LaPosta, el que sabía todo lo que realmente pasaba. Nosotros éramos José Hargash, el que tenía el sentimiento.
Y así se formó nuestro grupo. Hacíamos lo que hacen todos los grupos del movimiento juvenil Israel Hatzeirá, de ayer, de hoy y de mañana. Los viernes y sábados eran EL DÍA. Nos juntábamos en el ken para jugar a la pelota, para charlar, para flirtear, para estar entre amigos. Cantábamos, algunos bailaban rikudim,  participábamos de las actividades, y después de la reunión final (el mifkad), nos íbamos a La Farola o a Torino, a comernos una pizza. Y ahí arreglábamos qué íbamos a hacer a la noche del sábado: vamos a ver una peli, alguien pone la casa, vamos a comer a Pippo. ..
En esa época de dictadura, el movimiento era nuestro oasis, donde podíamos actuar cómo nos sentíamos, donde podíamos hablar de las cosas de las que mejor no hablar, según la expresión de Luca Prodan.  Pero no era eso solo lo que hacíamos. Crecíamos, amábamos, aprendíamos, pasábamos buenos momentos.
Me proponía hablar de Furchi, pero no me es posible de separarlo del contexto. Cuando me pidieron escribir algo, lo primero que le contesté es que había otros que lo habían conocido mejor, que yo no era uno de sus amigos más cercanos. Después reflexioné y me propuse contar mi versión, lo que yo me acuerdo de él. Y lo que me acuerdo es justamente de Furchi y sus amigos, de cómo cambiaron a nuestro grupo, y  cómo el movimiento comenzó a cambiar, cómo nos fuimos transformando en un  lugar donde pibes jóvenes, que querían vivir en un mundo abierto y libre podían hacerlo.
De Furchi recuerdo su sonrisa, su bondad, su lenguaje parco pero justo, su humor simple e irónico, sus bromas estirando la comisura de la boca, a lo Marone. De su pinta, era un pibe fachero, que se había “levantado” a una de las javerot mas lindas, Pupe. Era un muchacho como muchos de ustedes, pero a la vez como él solo, como cada uno de ustedes lo es.
Teníamos gustos diferentes, a él le interesaban la construcción, el diseño, la música si mal no recuerdo. Con su grupo de amigos de la ORT había escrito una canción, de la que solo me acuerdo de algunas palabras sueltas: esta canción se había convertido en todo un suceso en el movimiento, los javerim la cantaban como si fuera el hit de moda de la época. En una estrofa de la canción se preguntaban: “madua, lama ”, por qué.
¿Madua, lama, porqué alguien te pudo matar, a un buen pibe, a un hombre bueno?  ¿Si te hubiera conocido, habría podido evitar asesinarte, junto a las otras 84 personas que murieron en el atentado de la AMIA? ¿Hubieras podido transformarte en humano a los ojos de tu asesino?
La canción terminaba con la frase ”ha ish amar li todá rabá be alaj”: el hombre le dijo muchas gracias y se fue.
Y al irte, bajo la mano asesina, nos dejaste un buen recuerdo, el de un buen pibe, el de un buen hombre, el de un buen ser humano. Gracias Furchi, descansá en paz.

Fabián Camionshu
Javer de Israel Hatzeirá 1979 - 1984
Psicólogo - Maestría en Recursos Humanos
Especialista en Recursos Humanos para el Ministerio de la Familia de la Provincia de Québec, Canadá. 

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